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Las bombas de racimo fueron utilizadas por primera vez por los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial y, a pesar de los intentos de la comunidad internacional, se han seguido utilizando hasta el día de hoy. Jose Iserte Bou, experto en misiles y armamento y profesor de LISA Institute, explica las claves de su uso desde un punto de vista militar y el impacto en la población civil más allá del fin del conflicto, incluyendo, incluso, una anécdota personal.
El empleo de bombas de racimo por parte del ejército ruso en Ucrania es una muestra más de que Putin está empleando todo el material bélico a su disposición para “doblegar” a las fuerzas ucranianas. El uso de estas municiones es muy controvertido y, de hecho, la comunidad internacional se movilizó en la década de los 90 para su prohibición.
Este lunes 29 de agosto Human Rights Watch denunció que el uso “reiterado” de municiones en racimo por parte de las fuerzas rusas ha causado “daños predecibles y duraderos a cientos de civiles ucranianos”. “Tanto Rusia como Ucrania deberían rechazar el uso de municiones en racimo y adherirse al tratado internacional de 2008 que las prohíbe”, dijeron.
Además, según la última edición del Monitor de Municiones en Racimo publicada este mismo lunes Ucrania es el único país del mundo en el que actualmente se utilizan municiones en racimo. Las fuentes documentan cientos de ataques con municiones en racimo rusas en al menos 10 de las 24 regiones u oblasts de Ucrania.
Los datos preliminares muestran al menos 689 víctimas civiles de ataques con estas armas en Ucrania entre febrero y julio de 2022. Las fuerzas ucranianas también parecen haber utilizado cohetes con municiones en racimo en al menos dos ocasiones.
“El sufrimiento inmediato y a largo plazo que las municiones en racimo causan a los civiles hace que su uso hoy en día en Ucrania sea inconcebible, así como absolutamente ilegal”, dijo Mary Wareham, directora de incidencia de la división de armas de Human Rights Watch y editora del Monitor de Munciones en Racimo 2021. “Todos los países deberían condenar el uso de estas armas bajo cualquier circunstancia”.
Las municiones en racimo pueden lanzarse desde tierra mediante sistemas de artillería, cohetes y proyectiles, o arrojarse desde aviones. Suelen dispersarse en el aire y desperdigar múltiples submuniciones o pequeñas cargas explosivas en un amplio radio. Muchas no explotan con el primer impacto, y dejan así peligrosas municiones sin estallar, similares a minas terrestres, que durante años pueden causar muertes y mutilaciones indiscriminadas, hasta que son retiradas y destruidas.
Aunque Rusia no es Estado Parte en la Convención sobre Municiones en Racimo o la Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal, el derecho internacional humanitario prohíbe los ataques indiscriminados y el uso de armas que por su naturaleza surtan efectos indiscriminados. Dirigir ataques indiscriminados que causen la muerte o heridas a la población civil constituyen crímenes de guerra.
Qué son las bombas de racimo
Básicamente, las municiones de racimo están formadas por un vector aerodinámico (proyectil de artillería, cohete, misil o bomba de aviación) que contiene en su interior municiones de pequeño tamaño, denominadas submuniciones. La munición de racimo se dispara contra un objetivo y a una altura determinada; al abrirse su “carcasa” se dispersan sobre el área todas las submuniciones que contiene.
Una bomba de aviación de racimo CBU-100 americana (similar a la de la imagen superior), por ejemplo, contiene en su interior 247 submuniciones de doble efecto (contracarro y contrapersonal) y puede cubrir un área de entre 70 y 100 metros cuadrados dependiendo de la altura a la que se abre el contenedor: a más altura, mayor área cubierta, pero más dispersión de las submuniciones y, por lo tanto, menos precisión.
Esta armamento nació durante la Segunda Guerra Mundial, siendo sus primeros usuarios los soviéticos durante la invasión de Finlandia entre 1939 y 1940. Más adelante, los alemanes también diseñaron bombas de racimo que dispersaban submuniciones contrapersonal. Estas se denominaban SD-2 “Butterfly” (mariposa, según su traducción al castellano) y fueron utilizadas en todos los escenarios de la guerra.
Sin embargo, donde más repercusión tuvo su uso fue en zonas pobladas: en 1943, la Luftwaffe lanzó unas 1.800 “Butterfly” sobre Londres, Kent, Sussex y Essex. La alarma social fue tan grave que las autoridades británicas intentaron acallar sus efectos por todos los medios para que los espías alemanes no pudieran informar del gran impacto psicológico que producían estos ataques sobre la población. Así, trataron de hacerles creer que el lanzamiento de estas municiones no tenía éxito en un intento de minimizar los ataques con este tipo de municiones.
Desde esa época, han pasado a formar parte de los arsenales de prácticamente todos los ejércitos. Los americanos emplearon bombas de racimo en Vietnam, los soviéticos en Afganistán y así hemos continuado hasta el día de hoy en el que parece que también están siendo utilizadas en Ucrania.
El uso de las bombas de racimo desde un punto de vista militar y civil
Desde un punto de vista militar, el empleo de municiones de racimo ofrece múltiples ventajas. Como las submuniciones pueden ser de varios tipos (fragmentación, HEAT, incendiarias, etc.), permiten cubrir un amplio abanico de necesidades: submuniciones de carga hueca (HEAT) para atacar formaciones de carros de combate, submuniciones de doble efecto (HEAT y fragmentación) contra columnas de vehículos ligeros o submuniciones de fragmentación contra agrupaciones de infantería en campo abierto.
Las submuniciones incendiarias o químicas (llegado a ser este el caso) podrían emplearse contra tropas enemigas ocultas en zonas boscosas. También existen municiones de racimo que liberan minas dispensables, éstas suelen emplearse para negar el acceso a la zona y canalizar las tropas enemigas hacia un punto de emboscada o simplemente dificultar su avance.
En otras ocasiones, se han empleado de forma indiscriminada sobre zonas habitadas como medida de presión para sofocar revueltas, obligar a ciudadanos a abandonar la zona o impedirles cultivar sus tierras. Este uso se ha observado en conflictos recientes como, por ejemplo, en la Guerra Civil de Sudán del Sur (15/12/2013 a 20/02/2020) o en Siria, donde se emplearon de forma indiscriminada contra la población civil.
Sin embargo, los efectos colaterales más graves del empleo de este tipo de armamento es el impacto negativo que tienen las submuniciones sobre la población civil debido, principalmente, a dos factores: poca precisión y gran porcentaje de fallos.
En relación a la poca precisión se considera relevante destacar que, en la mayoría de casos, no suelen disponer de sistema de guiado y, además, muchas de las submuniciones están “frenadas” por paracaídas o trozo de tela. Así las corrientes de aire pueden empujarlas fuera de la zona de impacto deseada e, incluso, pueden terminar impactando en zonas pobladas.
También se estima que entre un 5% y un 30% de las submuniciones no detonan. Estos fallos pueden ser provocados por muchos factores como, por ejemplo, el impacto contra superficies blandas (tierra sin compactar, arena, nieve, etc). Las submuniciones suelen estar diseñadas para impactar contra objetivos sólidos, como la parte superior de un carro de combate, por ejemplo. Se suele dar el caso de que los impactos en superficies blandas no inicien la cadena pirotécnica, de forma que la munición permanece en el suelo sin detonar.
Yo mismo presencié hace varios años, cuando estas municiones aún no estaban prohibidas, un ejercicio de tiro del Ejército del Aire de las Bárdenas Reales (Tudela) con bombas de racimo CBU-100. En esa zona, el suelo es blando y muy arcilloso, así que casi ninguna de las submuniciones hizo explosión al llegar al suelo.
En el ejercicio se lanzaron dos bombas de racimo con 247 submuniciones cada una. Las espoletas estaban armadas y sí son sensibles al movimiento de forma que hay que destruirlas in-situ. ¡La limpieza del campo llevó más de dos días! Y, menos mal que las submuniciones estaban concentradas en un misma zona y no había que andar buscándolas por el campo de ejercicio.
Más allá de esta anécdota personal sobre una de las principales causas del gran porcentaje de fallos de este tipo de armamento, es necesario apuntar que los fallos en el diseño o el almacenamiento inadecuado que daña sus componentes o interacción con otras siubmuniciones (efectos de la detonación o de la fragmentación de otras submuniciones), son otros de los motivos.
El gran porcentaje de fallos es un punto más negativo contra la población civil que el relacionado con la poca precisión de estas municiones: el peligro de explosiones accidentales sigue estando presente una vez haya finalizado el conflicto. Si no detonan con el impacto, la mayoría de ellas se vuelven inestables y pueden iniciarse accidentalmente ante un choque o ante cualquier movimiento.
Además, como muchas de ellas tienen una apariencia llamativa, con vivos colores y formas que recuerdan a las latas de comida, de refrescos o, incluso, pelotas de tenis, muchos niños pueden confundirlas con juguetes derivando en consecuencias fatales.
En Laos, por ejemplo, la Cruz Roja Internacional calcula que todavía existen alrededor de 9 millones de submuniciones sin estallar, procedentes de las diferentes guerras y conflictos en ese país durante los años 50, 60 y 70, y sigue siendo hoy en día uno de los países más afectados por este tipo de municiones.
Los intentos fallidos de la comunidad internacional de prohibir el uso de bombas de racimo
Debido a los estragos que causan entre la población civil tras un conflicto, la comunidad internacional se movilizó en la década de los noventa para prohibir el empleo de las bombas de racimo. Como resultado, en 2008 casi 100 países firmaron la “Convención sobre Municiones de racimo”, un tratado internacional que prohibe su uso, producción, almacenamiento y transferencia de estas municiones.
Los países firmantes se comprometieron a destruir sus reservas en un plazo máximo de ocho años y a limpiar las áreas contaminadas en un periodo de diez años. España destruyó todo su arsenal en 2009 y, a finales de 2013, 113 países se habían adherido a la Convención. Sin embargo, países como Estados Unidos, Rusia, China, Israel, India, Pakistán o Brasil siguen sin firmar la Convención, lo que en la práctica significa que este tipo de municiones siguen y seguirán utilizándose en el futuro.
Como curiosidad cabe destacar que Ucrania tampoco ha firmado ese tratado sobre la prohibición de bombas de racimo y, según podemos ver en el informe “Landmine and Cluster Munition Monitor”, a pesar de reconocer el daño que produce este tipo de armamento, sus autoridades afirman que las municiones de racimo son “armas legales” así como “un componente importante de las capacidades de defensa ucranianas”.
A pesar de que el gobierno ucraniano ha negado su empleo, la organización de Human Rights Watch denunció el uso de municiones de racimo en Ucrania entre julio de 2014 y febrero de 2015 en enfrentamientos en el este del país, entre el ejército ucraniano y milicias independentistas apoyadas por Rusia.
Aspectos técnicos de las submuniciones
Como ya hemos visto, el término “submunición” engloba todas las municiones contenidas dentro de un vector que puede transportarlas para, más adelante, dispersarlas sobre un área. Desde los primeros desarrollos durante la Segunda Guerra Mundial, el perfeccionamiento de estas municiones no ha cesado.
De esta forma, hoy en día, existen submuniciones diseñadas para cualquier tipo de blanco, con espoletas que pueden funcionar discriminando la firma acústica o magnética de los objetivos, incorporando mecanismos de retardo, autodestrucción y antirremoción e, incluso, incorporando sistemas de autoguiado. Las formas de iniciación básicas son las siguientes:
Impacto instantáneo: las submuniciones contracarro (C/C) contrapersonal (C/P) o mixtas (mezcla de C/C y C/P) suelen detonar cuando impactan contra una superficie dura. Los fallos se producen cuando impactan sobre terrenos blandos, húmedos o con mucho follaje, donde el impacto queda amortiguado y no se inicia el tren de fuego.
Retardo: las submuniciones negadoras de área suelen incorporar mecanismos de detonación aleatoria (de entre varios minutos a varias horas), de forma que dificultan la recuperación de una zona (una pista de aterrizaje, por ejemplo), ya que nadie se atreve a entrar en una zona sembrada con submuniciones que pueden detonar en cualquier momento. Estas municiones suelen incorporar además mecanismos de antirremoción, de forma que se inician ante cualquier movimiento, dificultando así las labores de limpieza y de desactivación.
Autodestrucción o autoneutralización: estos mecanismos suelen incorporarse a las submuniciones negadoras de área, de forma que tras un tiempo programado, éstas ya no representan ningún peligro y la zona bombardeada puede ser ocupada por nuestras tropas. Las más modernas incorporan estos mecanismos, en un intento de no dejar restos que puedan ser peligroso para la población civil.
Guiado hacia el objetivo: las más modernas, tienen la capacidad de realizar un guiado hacia el objetivo en la fase final de su descenso, midiendo incluso la distancia al blanco mediante láser o radio frecuencias. https://www.lisanews.org/derechos-humanos/bombas-racimo-municiones-malditas-empleadas-ucrania/
CÓMO FUNCIONAN LAS BOMBAS DE RACIMO DE PUTIN QUE MASACRAN A LA POBLACIÓN UCRANIANA
El uso de este tipo de armamento constituye un crimen de guerra. Rusia ya lo habría utilizado en varias ocasiones sobre la población civil de Ucrania https://infob.ae/3IDxrCD
EL TRATADO DE PROHIBICIÓN DE LAS BOMBAS DE RACIMO pdf
https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/V2CKG7VFURCRVCQXIYZYPGV37M.jpg
bomba de racimo rusa utilizada en la guerra civil de Siria
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