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LA TUMBA MÁS PELIGROSA DEL MUNDO.- CONSECUENCIAS DE UNA EXPLOSION ATOMICA

Dr Ramon REYES, MD |

 



CONSECUENCIAS DE UNA EXPLOSION ATOMICA




LA TUMBA MÁS PELIGROSA DEL MUNDO.-
La tumba más peligrosa del mundo está en el cementerio de Arlington, en Estados Unidos, un lugar donde los soldados que la custodian tienen orden de disparar a cualquier persona que se acerque con una pala.
Hace casi 60 años, Estados Unidos había comenzado a fabricar en el estado de Idaho reactores nucleares experimentales para uso militar. En la mañana del 3 de enero de 1961, tras 11 días cerrado por mantenimiento, el reactor 1 entra en estado crítico, generando en tan solo 4 milisegundos tal cantidad de calor que evaporó buena parte del agua que recubre el núcleo del reactor.
El vapor generó una onda de presión que golpeó el casco superior de la estructura matando a un operario eléctrico y a dos militares. Las víctimas fueron los especialistas del ejército John Byrnes, Richard Leroy Mckinley y el jefe electricista de la marina Mate Richard Legg.
Los cuerpos de los tres operadores emitían tal cantidad de radiación cuando fueron recuperados que se decidió enterrarlos en sarcófagos de plomo. En concreto, la que nos interesa, la tumba de Richard Leroy Mckinley está en el cementerio militar de Arlington, en Virginia y es quizá la tumba más famosa del más famoso de los cementerios estadounidenses.
Por fuera es una tumba absolutamente normal, una lápida blanca y una inscripción, pero lo curioso está debajo de la tierra. Si excaváramos lo primero que veríamos sería una bóveda de 30 cm de espesor, dentro de la cual, hay otra caja metálica del mismo grosor y dentro de está otra caja, sellado al vacío, un sarcófago de plomo forrado de láminas de algodón y plástico. Y dentro de este sarcófago estaría el cuerpo del señor Mckinley conservado al vacío.
Nadie podrá seguramente verlo nunca. Los guardias que custodian la tumba tienen la orden de disparar a cualquier persona que se acerque simplemente con una pala de excavar. Disparar sin preguntar, sea quien sea. Y es que el cuerpo de Richard Leroy Mckinley sigue emitiendo tanta radiación que aquel que abriera su tumba moriría a los pocos segundos.

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