Tb. iatrogenia.
Del gr. ἰατρός iatrós 'médico1' y -genia.
1. f. Med. Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico.
https://dle.rae.es/yatrogenia#c9xJNxL
Iatrogenia: qué es, características, y ejemplos
Un resumen de este concepto propio de las ciencias de la salud.
La palabra iatrogenia es muy escuchada dentro del ámbito de las ciencias de la salud, sea medicina, psicología, psiquiatría o cualquier otra asociada. Grosso modo, hace referencia a todo daño que sea debido a la intervención terapéutica.
Pese a que esta idea de primeras puede parecer bastante clara, hay cierto debate sobre hasta qué punto la iatrogenia incluye la mala praxis y otras conductas no éticas en el ámbito sanitario.
A continuación veremos más a fondo esta idea, además de comprender sus orígenes históricos, algunos ejemplos claros en la práctica profesional y cómo se diferencia de otros fenómenos no deseables en la aplicación de terapia.
¿Qué es la iatrogenia?
La iatrogenia o yatrogenia (del griego “iatros”, “médico”; “geno”, “producir” y “-ia”, “cualidad”) es una alteración negativa que se produce en el paciente como resultado de la terapia que se le ha aplicado. Es decir, es aquel daño provocado por la intervención de un profesional sanitario, sea médico, psicólogo, psiquiatra, enfermero, farmacéutico, dentista o de cualquier otra ciencia de la salud.
Aunque en muchas ocasiones la palabra “iatrogenia” es usada para referirse a cualquier daño producido por la acción profesional sobre el paciente, lo cierto es que su significado más específico hace referencia a cuando este daño ocurre aún cuando el profesional ha aplicado el tratamiento de la forma adecuada, ética, sin negligencias, ni errores ni omisiones. El profesional puede que sepa que el tratamiento implica riesgos, pero sabe que esos riesgos son, en principio, mucho menores que los efectos beneficiosos de la terapia.
En base a esta definición más estricta, podemos entender que la iatrogenia es el daño no deseado ni buscado en la salud del paciente, causado o provocado como efecto secundario inevitable e impredecible por un acto sanitario legítimo y avalado, destinado a curar o mejorar el estado de salud del paciente. El tratamiento se ha llevado de forma correcta, con la debida pericia, prudencia y diligencia.
Historia de la idea
Desde los inicios de la práctica médica se sabe que los médicos pueden provocar daños en sus pacientes sin quererlo y aplicando la terapia adecuadamente. En el Código de Hammurabi (1750 a. C), concretamente en los párrafos del 218 al 220, se manifiestan los conocimientos que la sociedad civil utilizaba en la antigua Mesopotamia para defenderse frente a las negligencias, errores y riesgos de los médicos en su práctica profesional.
Varios siglos después, cerca del 400 a. C. Hipócrates recomendaba en sus tratados el principio de “ayudar o, por lo menos, no hacer daño”. Esta misma idea sería la que, más tarde, se trasformaría en el aforismo latino “primum non nocere”, es decir, ante todo no hacer daño“, atribuido a Galeno. Es este principio una de las bases de la ética médica, que se ha extendido al resto de las ciencias de la salud, además de ser legalmente punible no seguirlo en muchos países.
Como ejemplo histórico de daño iatrogénico, totalmente involuntario y, contextualmente, éticamente no cuestionable lo tenemos a principio del siglo XIX en muchos hospitales europeos. En aquella época no se tenía tanto conocimiento de los patógenos como hoy en día, siendo muy habitual que en las salas de maternidad hubiera alta mortalidad debido a sepsis puerperal. Los gérmenes iban pasando de habitación en habitación mediante las manos del personal quirúrgico que no se lavaba las manos.
Por fortuna, Ignaz Philipp Semmelweis, médico cirujano y obstetra austríaco, se dio cuenta de lo importante que era lavarse las manos entre intervenciones quirúrgicas. Es por esto que tanto antes como después de las mismas se lavaba las manos con un concentrado de desinfectante, aplicando el protocolo en todo el personal quirúrgico y reduciendo la mortalidad en las salas de maternidad. Es gracias a su lavado de manos que se ha conseguido evitar muchos contagios, tanto bacteriológicos como víricos.
En la actualidad el mayor daño iatrogénico, al menos en el ámbito de la medicina, es sobre todo el que se da a causa de los efectos secundarios de los fármacos. Estos efectos, aunque raros, son conocidos y se sabe que un porcentaje de los pacientes lo va a manifestar. Este es un mal menor en comparación con las ventajas que implica tomar la medicación para la enfermedad que sufren. Es cierto que padecen daños asociados al fármaco, pero a su vez reciben las ventajas de los efectos terapéuticos.
Ejemplos de efectos iatrogénicos
A continuación veremos dos casos de efectos iatrogénicos, es decir, que la intervención del terapeuta implica algún daño en el paciente, pero este efecto nocivo está muy contrarrestado por los efectos beneficiosos del tratamiento.
Casi 1. Tratamiento en la tuberculosis
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que se trata con antibióticos, entre ellos la estreptomicina. Este fármaco tiene un efecto nocivo conocido, que está relacionado con su estructura química: es tóxico para el oído.
Esto es un daño para el paciente pero, dado que es un fármaco eficaz contra el bacilo de la tuberculosis, el uso de la estreptomicina se hace necesario. Aunque se corra el riesgo de sufrir daño en el oído, su principal efecto terapéutico, el de no morir por tuberculosis, claramente lo contrarresta.
Caso 2. Amputación en la diabetes
Algunos pacientes con diabetes padecen pie diabético, condición debida a que los nervios de esa extremidad se encuentran dañados por los altos niveles de azúcar, haciendo que se tenga menor sensibilidad.
Como consecuencia de esto, los pacientes con pie diabético son más propensos a sufrir heridas en el pie y que, al no darse cuenta de ello, se les infecte y acabe gangrenando.
Para evitar que se propague a otras partes del organismo se opta por amputar el pie. Esto es un perjuicio en el paciente, dado que pierde una extremidad, pero se evita que el resto de su cuerpo pueda sufrir infecciones y acabe falleciendo.
¿Qué no es iatrogenia?
En su sentido más estricto, la iatrogenia implicaría todo daño ocasionado como resultado de la aplicación de una terapia sin que se haya obrado de forma inadecuada. Así pues, puede que sea o bien algo que no se podía ni prever ni evitar o que sí se pudo evitar, pero no ha habido otra alternativa menos dañina.
En base a esta definición, no habrían efectos iatrogénicos propiamente dichos cuando el médico no actúa de forma responsable o hace daño al paciente de forma consciente. Así pues, técnicamente no habría iatrogenia cuando hay mala praxis, dolo, tortura aplicada por médicos, experimentación médica no ética, incumplimiento o abandono de un tratamiento por parte del paciente.
Igualmente, otros profesionales de la salud y juristas incluyen, en la tipificación de estos fenómenos perjudiciales en contexto de terapia, el adjetivo “iatrogénico”, más en su sentido genérico como sinónimo de daño relacionado con la terapia, independientemente de lo bien o mal que se haya obrado.
Mala praxis
La mala praxis es un concepto jurídico que implica que se haya cometido una falta profesional. Implica no haber trabajado de forma plenamente profesional, precavida, diligente y adecuada en el ámbito de las ciencias de la salud.
Si el profesional no trabaja de forma adecuada, trata aspectos que están más allá de sus capacidades y formación, es consciente de que la situación es superior a sus competencias y aún así sigue trabajando estaría cometiendo mala praxis.
Dolo
El dolo se da cuando el profesional actúa con la clara y consciente intención de provocar daño en el paciente, es decir, reniega el principio “primum non nocere”. Este daño puede variar desde la lesión leve hasta el homicidio.
Igualmente, estos daños conscientes y voluntarios deben ser separados de la idea estricta de iatrogenia, dado que en ella no hay intencionalidad de daño, aunque se conozcan los riesgos.
Ejemplos de dolo sería un caso de un médico que está sobredosificando a su paciente para incrementar las posibilidades de sufrir efectos adversos, o el caso de un cirujano que no toma las medidas antisépticas necesarias con la intención de hacer que el paciente sufra una infección tras la operación.
Incumplimiento o abandono del tratamiento
Los daños que pueda sufrir el paciente no serían iatrogénicos propiamente dichos si él mismo ha abandonado la terapia o no está siguiendo la terapia como es debido.
El incumplimiento o abandono de la terapia puede deberse a varios motivos como pueden ser desidia, incomprensión, temor por los efectos adversos o, simplemente, con la intención de empeorar para así ganar algún tipo de ventaja en forma de minusvalía o discapacidad pagada.
Referencias bibliográficas:
Steel K, Gertman PM, Crescenzi C, Anderson J. (1981). Iatrogenic illness on a general medical service at a university hospital. N Engl J Med. 304:638-42.
Moos, R.H. (2005). "Iatrogenic effects of psychosocial interventions for substance use disorders: prevalence, predictors, prevention". Addiction. 100 (5): 595–604. doi:10.1111/j.1360-0443.2005.01073.
https://emssolutionsint.blogspot.com/2022/12/yatrogenia-iatrogenia.html
El daño causado por las actividades de salud pública. Iatrogenia salutógena.
El Mirador
La iatrogenia, que abarca los efectos negativos de la asistencia sanitaria, incluye también las consecuencias de las actividades de salud pública que dejan de lado muchas de las causas del enfermar, como el desempleo o la pobreza. Sobre estos aspectos olvidados por los salubristas vuelca su análisis el comentarista.
Este trabajo es el resumen de la presentación del autor sobre "Iatrogenia en la práctica de la salud pública" en la Jornada Técnica sobre Iatrogenia organizada por la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, SESPAS, y la Organización Médica Colegial, OMC, celebrada en Madrid, el 8 de abril de 2016.
Atención clínica y salud pública: “recuerdo para legos y confusos”
Los servicios sanitarios ofrecen atención a individuos y poblaciones. La atención clínica se presta a los individuos, como tales o con sus familias y comunidades (estas son grupos de población que comparten intereses comunes, y en general una misma cultura).
La atención a las poblaciones se presta generalmente según el territorio que habitan y, a veces, por ciertas características; por ejemplo, la población española ocupa el territorio español, y la población de prostitutas madrileñas son las que “trabajan” en Madrid.
La atención a individuos es objetivo de los profesionales clínicos, de médicos a administrativos, pasando por enfermeras, farmacéuticos y otros muchos más, según el campo considerado. Se presta atención clínica en hospitales, centros de salud, asilos, domicilios, vías públicas y otros lugares según necesidad.
La atención a las poblaciones la prestan los profesionales de salud pública (salubristas) mediante un cuerpo de conocimiento y un ámbito de acción que generalmente tiene financiación y prestación pública. Las acciones de salud pública se suelen realizar sobre las poblaciones en el sentido de habitantes de un lugar, no sobre los ciudadanos (el subsector de la población que cumple determinadas condiciones legales de “ciudadanía”).
Iatrogenia: “si produzco mucho bien es a costa de producir algo de mal”
Toda actividad sanitaria produce beneficios y daños, y suele resultar de provecho cuando los primeros superan en mucho a los segundos. A veces los beneficios son personales y los daños poblacionales; es ejemplo el uso de antibióticos, cuyos beneficios pueden ser inmensos en individuos enfermos concretos, pero que pueden producir graves daños a terceros, a la población, mediante la creación de resistencias bacterianas. De la misma manera, la vacuna de la tosferina con su presión selectiva fuerza la evolución de la bacteria a tipos más agresivos. Estos son ejemplos de externalidad negativa.
De la misma manera, actividades que ofrecen muy pocos beneficios a cada persona por proteger contra enfermedades/accidentes infrecuentes, como las vacunas o el uso del cinturón de seguridad, pueden causar un inmenso bien social a la población; por ejemplo, con la inmunidad de “rebaño” que logra la vacuna contra la poliomielitis. Es una externalidad positiva. En cierta forma, estas actividades típicas de la salud pública son muchas veces vistas como “necesarias pero casi inútiles”, por lo que los daños se sobrevaloran hasta llevar al rechazo en casos extremos.
En su sentido amplio, la iatrogenia también la produce el no hacer nada cuando lo conveniente sería hacer algo
Es iatrogenia el daño atribuible al proceso de atención sanitaria, sea clínica o de salud pública. Se entiende por daño la modificación no deseada del estado de salud de individuos y/o poblaciones. A veces es un daño inevitable, como el de la cicatriz en la apendicectomía, o el de la encefalitis causada por la vacuna contra el sarampión. Estos daños “compensan”, y son tolerados por individuos y poblaciones, pero ello no evita cumplir con los deberes de informar, pedir el consentimiento y, en su caso, reparar, por lo que hay que lograr mecanismos de reparación simples, rápidos y prudentes que den legitimidad, como un sistema nacional de compensación por daños producidos por las vacunas http://gacetasanitaria.org/es/controversias-sobre-vacunas-espana-una/articulo/S0213911115002101/
En su sentido amplio, la iatrogenia también la produce el no hacer nada cuando lo conveniente sería hacer algo. Así, el no intervernir a una niña con apendicitis, o no tomar medidas para potabilizar el agua.
Ivan Illich: “iatrogenia clínica, social y cultural”
Tomás McKeown fue cartesiano al clasificar todas las enfermedades en tres grupos: prenatales (síndrome de Down, por ejemplo), de pobres (tuberculosis y malnutrición, por ejemplo) y de ricos (gota, por ejemplo). Además, llamó la atención acerca de la importancia de analizar las causas del enfermar más que los mecanismos patológicos (sin olvidar estos, por supuesto). De la misma forma, Iván Illich clasificó la iatrogenia en tres grupos: clínica (por efecto de intervenciones a individuos), social (medicalización de la sociedad) y cultural (pérdida de habilidades y conocimientos para la auto-curación y para enfrentarse a las adversidades del vivir). También insistió en lo imperioso de estudiar más las causas que los mecanismos http://www.unesco.org.uy/shs/red-bioetica/fileadmin/shs/redbioetica/Illich__Ivan_-_Nemesis_medica.pdf
Es iatrogenia clínica la carga de enfermedad que no existiría sin la actividad de los profesionales sanitarios.
Lo clave de la clasificación de Iván Illich es que saca al sistema sanitario de la biología, tal como hizo Tomás McKeown, y ello explica el rechazo a sus ideas de una medicina que se predica biopsicosocial, pero pone el énfasis y la acción diaria en el primer componente. Guste o no guste, los clínicos y salubristas producen daños que abarcan el conjunto que va de la biología a la sociedad, pasando por lo cultural.
Iatrogenia clínica
Es iatrogenia clínica la carga de enfermedad que no existiría sin la actividad de los profesionales sanitarios. Por ejemplo, los cánceres causados por el uso de radiaciones diagnósticas y terapéuticas. Parte de estos cánceres son esperables, un “peaje” razonable que exige informar y lograr un consentimiento informado (no simplemente firmado). El problema es que muchas veces se producen por intervenciones absolutamente innecesarias, como la radioterapia en la cascada que desencadena el uso del PSA en el “cribado del cáncer de próstata”; a una actividad sin beneficio corresponde un daño, el sobrediagnóstico del cáncer de próstata, que conlleva procesos varios, como el incremento del número de cánceres de vejiga, recto y colon, por la radioterapia http://www.bmj.com/content/352/bmj.i851
La iatrogenia clínica es tan frecuente y mortífera que se ha convertido en la tercera causa de muerte; entre 200.000 y 400.000 muertes anuales evitables sólo en hospitales de EEUU https://www.propublica.org/article/how-many-die-from-medical-mistakes-in-us-hospitals
Por supuesto, la atención clínica es necesaria y generalmente beneficiosa, pero cada vez hay más problemas tributarios de atención médica, con más intervenciones y más precoces por cada problema y con intervenciones cada vez más potentes aplicadas por una miriada de profesionales que se coordinan poco, si algo. El resultado es que el margen terapéutico es muy estrecho, y la aplicación liberal de una medicina sin límites convierte a la atención clínica en un peligro público. Además, cada vez hay más pacientes “complejos” a cuyas necesidades responde malamente un sistema sanitario “simple” http://equipocesca.org/enfermos-complejos-o-sistema-simple/
Cuando la palabra daña. Ejemplo de daño por campaña de salud pública con sanos
La iatrogenia clínica es tan frecuente y mortífera que se ha convertido en la tercera causa de muerte
Los bebés duermen como les da la gana: boca abajo, boca arriba, del lado izquierdo y del lado derecho, además de otras cien posiciones imposibles que maravillan. Estos bebés felices fueron obligados a dormir boca abajo en la creencia de que aquello era más sano y evitaba la muerte súbita, pues se aceptó que dormir boca arriba era un factor de riesgo para que el bebé muriera de muerte súbita. Hubo que cambiar los hábitos de siglos, pero es muy poderoso el poder del miedo que inyectan clínicos y salubristas y se logró que los bebés del mundo durmieran boca abajo. ¡Pobres niños que empezaron a morir en una epidemia silenciosa y trágica que duró dos décadas, y que en Holanda multiplicó por 25 los casos de muerte súbita y en Suecia convirtió a la muerte súbita en la primera causa de muerte postneonatal! En la Alemania del Este también se implementó la norma en las guarderías estatales, en 1971, pero duró una semana pues la epidemia consecuente (siete muertes), bien registrada, alarmó a las autoridades, que anularon la orden http://pub.bsalut.net/cgi/viewcontent.cgi?article=1033&context=risai http://ajph.aphapublications.org/doi/pdf/10.2105/AJPH.90.4.527
Este ejemplo de arrogancia preventiva provocó la muerte de miles de niños sanos, con la tragedia familiar consiguiente. Ni los pediatras ni los salubristas terminaron en juicios, ni siquiera pidieron perdón ni mitigaron el dolor explicando las circunstancias. Al daño se sumó, pues, la impunidad y el silencio.
Si buscas la salud no la encontrarás, y enfermarás
Ivan Illich consideró en “Némesis médica” que lo peor para la salud era la actividad del sistema sanitario, pero posteriormente cambió para designar a la búsqueda de la salud como lo más peligroso para la misma http://www.scielosp.org/pdf/icse/v7n12/v7n12a21.pdf http://www.monde-diplomatique.fr/1999/03/ILLICH/2855
Se produce iatrogenia social al medicalizar la obesidad, con su atención clínica, pruebas y medicamentos (y muertes consiguientes).
En esta línea, ¿cómo celebrar el Día Mundial de la Salud, el 8 de abril?. ¿La mejor celebración? Ignorarlo. Quien tiene salud no lo sabe y quien la busca la pierde en la búsqueda. Teme perderla al ser consciente de que tiene salud, y por ello deja de estar sano. Es la iatrogenia salutógena. Dejemos en su inocencia saludable a quienes son sanos sin saberlo. Y dejemos olvidada la definición de la Organización Mundial de la Salud, una definición que nos convierte a todos en enfermos pues es imposible lograr un estado perfecto de bienestar físico, psíquico y social (salvo, quizá, justo tras un orgasmo particularmente satisfactorio).
Por supuesto, la salud pública acepta el paradigma biológico y transforma “condiciones de vida” en “estilos de vida”. Así, por ejemplo, en la obesidad y diabetes, cuyos determinantes sociales se olvidan hasta transformar a las víctimas en culpables. De poco sirve que la obesidad afecte a los pobres, y la diabetes a las mujeres que no llegan a final de mes, pues salud pública dice poco de ello, y menos del diseño de una geografía urbana pensada para el automóvil, en contra de las personas. Se produce iatrogenia social al medicalizar la obesidad, con su atención clínica, pruebas y medicamentos (y muertes consiguientes).
Lo que es sano lo define quien define salud. ¿Es sano consumir drogas?
El cerebro humano es muy complicado, y un antropólogo marciano que conviviese con los lugareños de Canencia de la Sierra (Madrid), por ejemplo, aprobaría el consumo moderado de drogas, de buena calidad y a buen precio, para mantener y mejorar la salud mental http://equipocesca.org/trastornos-mentales-menores-en-atencion-primaria-la-vision-con-una-antropologo-marciano/
Sin embargo, el campo de las drogas ha sido típico de la salud pública, en colaboración con la mirada represiva de las autoridades universales. Las políticas represivas han provocado daños sin límites, como el llevar a las cárceles a miles de pequeños traficantes (en proporción, muy especialmente a mujeres) o el contribuir a la epidemia de contagios por el virus de la inmunodeficiencia humana http://press.thelancet.com/DrugsPolicy1.pdf http://qz.com/647140/the-worlds-drug-policies-are-pretty-sexist/
Por supuesto, las propias campañas de salud pública contra las drogas provocan daños, como la normalización de su consumo y el transformar en enfermos a sanos consumidores que acaban creyendo el mensaje del miedo al enfermar mental con el que ser pretende evitar el consumo http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2465613/ http://bmjopen.bmj.com/content/5/9/e007449.draft-revisions.pdf
Así pues, la salud pública coopera con definiciones represoras del consumo de drogas (beneficiosas para las mafias al mantener opaco el tráfico y el negocio) y provoca graves daños con sus acciones.
En sanos, otros ejemplos de daños causados por la salud pública
En general, el énfasis en la prevención lleva a mayor consumo de recursos preventivos en quienes menos los necesitan (los más sanos).
Como la imaginación no tiene límites, así las propuestas y acciones de la salud pública, y los daños consiguientes.
Por ejemplo, las campañas que promueve la Junta de Andalucía para la autoexploración de mamas (triplica las cirugías sin cambiar las muertes por cáncer de mama). O la campaña de la Comunidad de Madrid para el estudio prostático (que provoca impotencia e incontinencia por miles, sin modificar la mortalidad por cáncer de próstata).
En general, todos los cribados de cáncer, que son sólo importantes para los salubristas que viven de ellos (en el sentido de tener trabajo, al menos) y están creando un ejército de "sobrevivientes en falso al cáncer" (sobrediagnósticos) de millones de pacientes que sufren de por vida por creer que tiene "cáncer". También causa daño, en general, todo lo referente a la sexualidad, que no acierta en la promoción, tan sólo es una prevención fracasada de embarazos no deseados e incremento continuo de enfermedades infecciosas de transmisión sexual (a destacar la gonorrea resistente a antibióticos).
Respecto a las vacunas, su inmenso valor se ve desacreditado por el énfasis en vacunas sin sentido, como la del neumococo, rotavirus, gripe, virus del papiloma y otras, o por aceptar cambios contra la salud de la población, como el adelanto de la vacunación contra la varicela. Con ello se desacreditan las vacunas y las autoridades y se genera un estado de "duda vacunal" en la población.
El campo genético está abandonado por la salud pública, desde la determinación en sangre materna de ADN fetal a las pruebas que prometen predecir el futuro con el valor científico de la astrología. Ejemplo temible, el de los genes BRCA ya en práctica, y el de la hemocromatosis en el próximo futuro.
Ejemplos de iatrogenia cultural son las campañas sobre "En verano, camine por la sombra", o "Va a nevar, no salga a andar", "Hace mucho calor, beba agua", pues la población pierde habilidades para enfrentarse incluso a la sed. Como siempre, salud pública poco dice de la pobreza energética y de la mortalidad que conlleva en invierno (por frío) y en verano (por calor).
En general, el énfasis en la prevención lleva a mayor consumo de recursos preventivos en quienes menos los necesitan (los más sanos). La prevención es particularmente injusta y lleva al cumplimiento riguroso de la Ley de Cuidados Inversos pues transfiere recursos de pobres a ricos, de enfermos a sanos, de analfabetos a universitarios y de ancianos a jóvenes. Por supuesto, nunca se cumple la promesa de "disminuirá el gasto" (falacia de Beveridge).
Y en enfermos, ¿la salud pública no produce daños?
La salud pública tiene un foco excesivamente concentrado en las enfermedades infecciosas, sin considerar otras situaciones como el contagio de enfermedades no infecciosas
Son múltiples los ejemplos en que la salud pública produce daños en enfermos. Así, el fracaso en la tuberculosis del tratamiento directamente observado. O el abandono del estudio e intervención como problema de salud pública de la violencia urbana, que tan buenos resultados ha dado en Cali (Colombia). ¿Qué decir del abandono por la salud pública de las mujeres que sufren violencia obstétrica, una plaga de violación de derechos humanos?
En otro ejemplo, la salud pública ha abandonado los determinantes sociales del dolor, en medio de una epidemia de abuso de analgésicos opiáceos. Conviene recordar que el dolor es mucho menor y más controlable cuando los pacientes pueden controlar sus vidas y tener seguridad financiera
http://commonsensemd.blogspot.com.es/2016/04/addressing-social-determinants-of-pain.html
Se echan de menos actividades de salud pública en las cárceles, y con las prostitutas y otros grupos vulnerables como vagabundos y drogadictos. O en los niños de familias en que ambos progenitores están sin trabajo ni ingresos, cuyo futuro es un problema de salud pública.
La salud pública tiene un foco excesivamente concentrado en las enfermedades infecciosas, sin considerar otras situaciones como el contagio de enfermedades no infecciosas. Así, el contagio de "dolor de espalda" invalidante por la visión médica occidental desde la Alemania Federal (oeste) a la Democrática (comunista) tras la unión de ambas, y más recientemente a los aborígenes autralianos http://ije.oxfordjournals.org/content/37/1/69.full http://bmjopen.bmj.com/content/3/4/e002654.full?rss=1
¿Y en las crisis?
De los daños de la respuesta de la salud pública a las crisis, casi mejor no hablar. Hay alguna crisis bien resuelta (por ejemplo, la contaminación por salmonella en pollos precocinados en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, o la crisis de asma aguda desencadenada por la descarga de soja en el puerto de Barcelona, Cataluña) pero es general el descrédito de autoridades y salubristas por su inconexa respuesta a las crisis http://www.gacetasanitaria.org/es/las-crisis-salud-publica-una/articulo/S0213911110002554/
Así, perduran los daños del mal manejo de crisis como la de la gripe A de 2009-10, y sus responsables andan libres (incluso la máxima responsable, en el Consejo de Administración de Telefónica, una obscena consecuencia de haber sido Ministra de Sanidad, bueno para ella, destructivo para los demás) https://www.actasanitaria.com/que-paso-con-la-gripe-autoevaluacion-politica-la-espanola/ http://equipocesca.org/etica-y-salud-publica-el-caso-de-la-gripe-a-h1n1-2009-2010/
En síntesis
Las actividades de salud pública son actividades sanitarias, y por tanto provocan daños además de beneficios. Conviene estudiar estos daños con los criterios de Bradford Hill para atribuir causalidad e impedir la impunidad. En su reparación, nada como la identificación, el reconocimiento, la comunicación, la explicación, la petición de perdón, la reparación y la toma de medidas para evitar su repetición.
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